SECUNDARIA
A MIS QUERIDOS PROFESORES
Escribe Carolina Titaferrantte
Probablemente muchos de ustedes se pregunte cual fue el
motivo que me decidió a escribirles, y la verdad es que mientras intento
redactarla no encuentro por donde comenzar
ni como darle forma, pero haré hincapié en la claridad y en la sencillez
del contenido sin detenerme en las formalidades, para hacer mas entendibles mis
ideas.
En principio, les cuento que estoy cursando mi cuarto año de derecho en la Universidad Católica
Argentina, y comienzo por este dato, porque creo que es junto al inicio de mi
carrera que empieza mi etapa crítica y
reflexiva. Cuando terminé la secundaria,
fue mi primer paso de madurez, fue darme cuenta que empezaba una nueva etapa en
mi vida que provocaba sentimientos encontrados. Por una parte la emoción de
irme a vivir sola, de comenzar algo por gusto propio, de optar por una carrera
con la cual me sintiera yo misma y me diera satisfacción personal, y por el
otro lado el miedo a no tener la capacidad de poder afrontarla.
Cuando llegué el
primer día a la facultad, todo me resultó extraño, lo cual era sumamente
lógico ya que desde mis tres años tuve a
mis mismos compañeros y mi escuela fue mi segundo hogar. Ahora eran nuevos
compañeros, nuevos profesores, no era ya la adolescente reconocida por el
personal de la escuela. Pero no fue eso lo que más me asustó, fue durante el
cursado de mi primer año cuando empecé a
notar la diversidad de pensamientos que coexisten, ya que me encontraba frente
a personas que sentían tanto gusto por la carrera como yo, y otros que me decían
que estaban allí sentados porque sus padres eran abogados, porque la facultad
era fácil y paga. Esto último lo escuché mil veces, y me refiero a la mala
percepción que se tiene de una facultad privada, pero lo más importante es que
pese a ello supe sacar mis propias conclusiones. Hoy estando en cuarto año, puedo decir que
admiro la educación pública porque la educación es la llave a todo progreso, y
el hecho de que todos tengan acceso a la misma garantiza un avance conjunto.
Pero aún así, yo opté por una educación privada y ese fue el momento en que me pregunté cual fue el motivo de dicha
elección . Recién hoy puedo contestarlo. Las facultades públicas tienen a favor el hecho de que uno entra y es un número,
nadie reconoce por nombre y apellido y te lleva a enfrentarte a una realidad
distinta a la vivida en la escuela. Ir con el profesor más exigente y prestigioso es un mérito, y te enseña que
la educación es un beneficio para uno mismo, y que educarse es fundamentalmente
una decisión personal. La facultad privada, sin embargo, también te permite
chocar con otras realidades, y te invita a pensar. Se encuentra con personas muy capaces, muchos
que saben aprovechar dicha capacidad y otros que prefieren hacer lo contrario,
muchos que estudian la carrera de Derecho porque los inspira el idealismo, y
otros que la hacen porque deciden
continuar con una empresa familiar o porque les pagan sus estudios o porque
estudiar abogacía no requiere más que de lectura y estudio y entre todas las
opciones resultó las más viable y la que menos esfuerzo pareciera requerir. Y
aquí es donde entran a jugar mis pensamientos. Yo hago mi carrera porque me da
satisfacción, porque amo lo relativo que caracteriza al derecho, porque me
encanta deliberar cuestiones tan controvertidas entre lo normativo, lo ético,
lo filosófico, lo moral y lo religioso.
Entré a la facultad pensando que mis estudios se basaban en artículos,
en leyes, en códigos y me di cuenta ya en segundo año que iba muchísimo más
allá. Empezó a interesarme las teorías positivistas y las teorías naturalistas,
los grandes pensadores de la Iglesia, la discusión eterna entre dar prioridad a
un derecho humano o dar lugar a los cambios propios de la evolución social. Fue
adoptar una propia postura entre dar privilegio al derecho a la vida y analizar
una y otra vez las variantes y argumentos de la legalización del aborto, del
suicidio asistido y de otros tantos supuestos que chocan con derechos básicos
del hombre. Y aún así, debo decir, que
nunca termino de sacar conclusiones frente a los múltiples factores que
intervienen en cada situación que las hace tan complejas. Mi intención no es
comunicarles cuál es la postura adoptada respecto de las cuestiones
anteriormente mencionadas, sino demostrarles que llegó un día en que no solo
seguí analizando temas propios de mi carrera, sino que comencé a preocuparme
por cosas cotidianas. Y es aquí donde viene lo importante y donde entra a jugar
el rol que cada uno de ustedes cumplieron en mi vida. Porque en cada uno de mis momentos reflexivos
aparecieron pensamientos que me resultaban repetidos, y ahí entendí que los
mismos eran conocidos porque los había
escuchado de muchos de ustedes.
En primer lugar, la obligación de tener que abrir mi cabeza
y entender que mi postura no era la única válida. Que la diversidad de
pensamientos que ya he mencionado enriquece, y que pese a no estar de acuerdo
con el otro, la verdad de los demás siempre en algún punto sirve, sea para
encontrar más argumentos respecto de la propia postura, o para empezar a
reformular lo que hasta el momento para nosotros era una verdad absoluta por
ser nuestra. Yo personalmente tuve que enfrentar y moderar mis peores defectos:
-
Mi auto
exigencia, cuando me di cuenta que era normal derrapar, que caerse no es
fracasar sino una mera frustración que resulta pasajera cuando uno saca
provecho de la misma, entendiendo que los golpes te fortalecen, y así tuve que
enfrentarme dicho vulgarmente con mi primer “bochaso”
-
Mi soberbia, cuando uno cree saberlas todas, y
de repente se encuentra frente a otra persona que sabe mucho más que uno, y que
genera tal admiración que hasta uno se cuestiona si existe posibilidad de
llegar a saber tanto como ella. Y no
hablo solo de profesores sino de los mismos compañeros, implica aceptar que hay gente que es más capaz
que nosotros y no por ello nosotros somos incapaces.
-
Pero lo peor que tuve que afrontar fue el evitar
indignarme, y aún así hay cosas que observo cotidianamente que no puedo entender.
No entiendo como en una era de medios de comunicación masivos, haya tanta falta
de información. Tanta falta de capacidad crítica. En primer lugar la despersonalización de los
vínculos humanos, a través de los medios informáticos, que han creado la necesidad
de hacer pública la vida personal, no ya existiendo prácticamente
privacidad. Se fomenta el consumismo con
continua publicidad, los chicos ya desde pequeña edad creen ser amigos de las
600 personas que conforman su lista de facebook, consideran que el mas amigo es
aquel mas estético que tiene un perfil
con determinadas características. Donde
los chicos ya no les interesa ni siquiera usar Internet para la búsqueda de
información que enriquezca el aprendizaje. Donde mi generación ha creído que el
consumir marihuana está conectado al pensamiento liberal, al medioambiente y a
la bandera de derechos humanos. Donde
los adultos no reconocen sus falencias, y creen que educar a sus hijos es dejar
que los mismos hagan lo que deseen porque creen que poner límites se relaciona
con la represión, y que la mejor manera de hacerlo es dejar que sus hijos vivan
y sufran libremente ya sin precauciones, porque ven en ellos la realización de
aquello que ellos no se animaron a ser.
Puedo entender que la sociedad va evolucionando y también
los pensamientos. Puedo entender que existan personas que opten por una vida
desestructurada, sin obligaciones, viajando explorando y demás, pero realmente creo que éstas son verdaderas
excepciones. Que muchos de mi edad creen que pueden llevar una vida vacía de
obligaciones pero que el día de mañana les va a resultar verdaderamente
difícil, porque se van a encontrar frente a un mundo meramente económico, en el
cual para hacerse un lugar se va a requerir contar con determinados y exclusivos
requisitos, en un mundo que no va a permitir que subsistan idealismos no
moderados y en el cual muchos van a quedar excluidos. El tener ideales no es
incorrecto, por el contrario, me considero una persona muy idealista, pero
serlo no significa pasar por alto los choques con la realidad. Uno aprende estudiando que la evolución social
no es más que un círculo que tiende a volver al punto de partida. Cuando
estudié historia tanto en la escuela como en la facultad, entendí que la
realidad actual no es para nada distante de aquella que se estudia como lejana,
y de tiempos remotos. Pese a tener medios de difusión masiva, la información se
recorta sea por el gobierno de turno o por la empresa de comunicación
monopólica. Antes incluso resultaba lógica la manipulación de las masas, porque
había menos posibilidades de expresarse en contra de lo impuesto o menos
posibilidades de anoticiarse de la verdad oculta detrás de una pantalla creada
por aquellos que contaban con el poder. Hoy, aún hablando de derechos humanos,
y entre ellos el derecho a la expresión, nos encontramos reprimiéndonos
opiniones para evitar insultos de aquellos que difieren de nuestro pensamiento.
Considero que como educadores, sea de instituciones públicas o privadas, así,
deben cumplir la función de enseñar a
pensar, y hacer entender que ningún
extremo es bueno, que se puede vivir plenamente aún asumiendo
responsabilidades. Que la felicidad no es algo inalcanzable, que solo consiste en eliminar el continuo disconformismo,
y aprender a sentirse pleno aún cuando existan problemas. Que la plenitud no
significa desligarse de todo tipo de compromisos, no estudiar, no trabajar,
sino por el contrario; la plenitud es posible cuando cada individuo proyecta su
vida en función a un bien común, donde justamente los proyectos individuales se
complementen (lo cual no significa que deban ser iguales), y de esa manera
lograr que cada uno de los miembros de
la sociedad avance a la consecución de sus fines. Para ello se necesita de un
trabajo arduo, y básicamente que vuelva a revalorizarse la educación, que la
misma sociedad se alce contra el menoscabo de la misma, y que se abandone el
facilismo por un mundo de trabajo y esfuerzo, dado que solo así será posible
lograr que las generaciones venideras APRENDAN A PENSAR.
Es por esto que les escribí para agradecerles a cada uno de
ustedes que me hayan enseñado a pensar, y que si bien me queda mucho por
conocer, tenga la posibilidad de CUESTIONAR y CRITICAR, pero no la crítica en un sentido peyorativo,
sino para hacer un análisis de las distintas realidades, que me hayan
transmitido el valor de elaborar mis propias conclusiones, sostener
mis propias teorías siempre respetando aquellas que no sean coincidentes con
las mías. Por eso para finalizar, espero
realmente que se sientan orgullosos, porque al menos personalmente valoro la
tarea que han cumplido cuando fueron mis educadores, y porque todas sus
observaciones cuando fueron hechas, pese a que me costaron aceptarlas, han
tenido sus frutos.
Disculpen la mala redacción pero no quería perder la
inspiración en formalismos. Muchas Gracias. Carolina Tittaferrante. Promoción
2008.
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