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7 de mayo de 2012

Carta de una Ex-Alumna

SECUNDARIA
A MIS QUERIDOS PROFESORES
Escribe Carolina Titaferrantte

Probablemente muchos de ustedes se pregunte cual fue el motivo que me decidió a escribirles, y la verdad es que mientras intento redactarla no encuentro por donde comenzar  ni como darle forma, pero haré hincapié en la claridad y en la sencillez del contenido sin detenerme en las formalidades, para hacer mas entendibles mis ideas. 
En principio, les cuento que estoy cursando mi cuarto año  de derecho en la Universidad Católica Argentina, y comienzo por este dato, porque creo que es junto al inicio de mi carrera que empieza mi  etapa crítica y reflexiva.  Cuando terminé la secundaria, fue mi primer paso de madurez, fue darme cuenta que empezaba una nueva etapa en mi vida que provocaba sentimientos encontrados. Por una parte la emoción de irme a vivir sola, de comenzar algo por gusto propio, de optar por una carrera con la cual me sintiera yo misma y me diera satisfacción personal, y por el otro lado el miedo a no tener la capacidad de poder afrontarla.
 Cuando llegué el primer día a la facultad, todo me resultó extraño, lo cual era sumamente lógico  ya que desde mis tres años tuve a mis mismos compañeros y mi escuela fue mi segundo hogar. Ahora eran nuevos compañeros, nuevos profesores, no era ya la adolescente reconocida por el personal de la escuela. Pero no fue eso lo que más me asustó, fue durante el cursado de mi  primer año cuando empecé a notar la diversidad de pensamientos que coexisten, ya que me encontraba frente a personas que sentían tanto gusto por la carrera como yo, y otros que me decían que estaban allí sentados porque sus padres eran abogados, porque la facultad era fácil y paga. Esto último lo escuché mil veces, y me refiero a la mala percepción que se tiene de una facultad privada, pero lo más importante es que pese a ello supe sacar mis propias conclusiones.  Hoy estando en cuarto año, puedo decir que admiro la educación pública porque la educación es la llave a todo progreso, y el hecho de que todos tengan acceso a la misma garantiza un avance conjunto. Pero aún así, yo opté por una educación privada y ese fue el momento en  que me pregunté cual fue el motivo de dicha elección . Recién hoy puedo contestarlo. Las facultades públicas tienen  a favor el hecho de que uno entra y es un número, nadie reconoce por nombre y apellido y te lleva a enfrentarte a una realidad distinta a la vivida en la escuela. Ir con el profesor más exigente  y prestigioso es un mérito, y te enseña que la educación es un beneficio para uno mismo, y que educarse es fundamentalmente una decisión personal. La facultad privada, sin embargo, también te permite chocar con otras realidades, y te invita a pensar.  Se encuentra con personas muy capaces, muchos que saben aprovechar dicha capacidad y otros que prefieren hacer lo contrario, muchos que estudian la carrera de Derecho porque los inspira el idealismo, y otros que la hacen porque  deciden continuar con una empresa familiar o porque les pagan sus estudios o porque estudiar abogacía no requiere más que de lectura y estudio y entre todas las opciones resultó las más viable y la que menos esfuerzo pareciera requerir. Y aquí es donde entran a jugar mis pensamientos. Yo hago mi carrera porque me da satisfacción, porque amo lo relativo que caracteriza al derecho, porque me encanta deliberar cuestiones tan controvertidas entre lo normativo, lo ético, lo filosófico, lo moral y lo religioso.  Entré a la facultad pensando que mis estudios se basaban en artículos, en leyes, en códigos y me di cuenta ya en segundo año que iba muchísimo más allá. Empezó a interesarme las teorías positivistas y las teorías naturalistas, los grandes pensadores de la Iglesia, la discusión eterna entre dar prioridad a un derecho humano o dar lugar a los cambios propios de la evolución social. Fue adoptar una propia postura entre dar privilegio al derecho a la vida y analizar una y otra vez las variantes y argumentos de la legalización del aborto, del suicidio asistido y de otros tantos supuestos que chocan con derechos básicos del hombre. Y aún así, debo decir,  que nunca termino de sacar conclusiones frente a los múltiples factores que intervienen en cada situación que las hace tan complejas. Mi intención no es comunicarles cuál es la postura adoptada respecto de las cuestiones anteriormente mencionadas, sino demostrarles que llegó un día en que no solo seguí analizando temas propios de mi carrera, sino que comencé a preocuparme por cosas cotidianas. Y es aquí donde viene lo importante y donde entra a jugar el rol que cada uno de ustedes cumplieron en mi vida.  Porque en cada uno de mis momentos reflexivos aparecieron pensamientos que me resultaban repetidos, y ahí entendí que los mismos eran  conocidos porque los había escuchado de muchos de ustedes.
En primer lugar, la obligación de tener que abrir mi cabeza y entender que mi postura no era la única válida. Que la diversidad de pensamientos que ya he mencionado enriquece, y que pese a no estar de acuerdo con el otro, la verdad de los demás siempre en algún punto sirve, sea para encontrar más argumentos respecto de la propia postura, o para empezar a reformular lo que hasta el momento para nosotros era una verdad absoluta por ser nuestra. Yo personalmente tuve que enfrentar y moderar mis peores defectos:
-          Mi  auto exigencia, cuando me di cuenta que era normal derrapar, que caerse no es fracasar sino una mera frustración que resulta pasajera cuando uno saca provecho de la misma, entendiendo que los golpes te fortalecen, y así tuve que enfrentarme dicho vulgarmente con mi primer “bochaso”
-          Mi soberbia, cuando uno cree saberlas todas, y de repente se encuentra frente a otra persona que sabe mucho más que uno, y que genera tal admiración que hasta uno se cuestiona si existe posibilidad de llegar a saber tanto como ella.  Y no hablo solo de profesores sino de los mismos compañeros,  implica aceptar que hay gente que es más capaz que nosotros y no por ello nosotros somos incapaces.

-          Pero lo peor que tuve que afrontar fue el evitar indignarme, y aún así hay cosas que observo cotidianamente que no puedo entender. No entiendo como en una era de medios de comunicación masivos, haya tanta falta de información. Tanta falta de capacidad crítica.  En primer lugar la despersonalización de los vínculos humanos, a través de los medios informáticos, que han creado la necesidad de hacer pública la vida personal, no ya existiendo prácticamente privacidad.  Se fomenta el consumismo con continua publicidad, los chicos ya desde pequeña edad creen ser amigos de las 600 personas que conforman su lista de facebook, consideran que el mas amigo es aquel mas estético  que tiene un perfil con determinadas características.  Donde los chicos ya no les interesa ni siquiera usar Internet para la búsqueda de información que enriquezca el aprendizaje. Donde mi generación ha creído que el consumir marihuana está conectado al pensamiento liberal, al medioambiente y a la bandera de derechos humanos.  Donde los adultos no reconocen sus falencias, y creen que educar a sus hijos es dejar que los mismos hagan lo que deseen porque creen que poner límites se relaciona con la represión, y que la mejor manera de hacerlo es dejar que sus hijos vivan y sufran libremente ya sin precauciones, porque ven en ellos la realización de aquello que ellos no se animaron a ser.

Puedo entender que la sociedad va evolucionando y también los pensamientos. Puedo entender que existan personas que opten por una vida desestructurada, sin obligaciones, viajando explorando y demás,  pero realmente creo que éstas son verdaderas excepciones. Que muchos de mi edad creen que pueden llevar una vida vacía de obligaciones pero que el día de mañana les va a resultar verdaderamente difícil, porque se van a encontrar frente a un mundo meramente económico, en el cual para hacerse un lugar se va a requerir contar con determinados y exclusivos requisitos, en un mundo que no va a permitir que subsistan idealismos no moderados y en el cual muchos van a quedar excluidos. El tener ideales no es incorrecto, por el contrario, me considero una persona muy idealista, pero serlo no significa pasar por alto los choques con la realidad.  Uno aprende estudiando que la evolución social no es más que un círculo que tiende a volver al punto de partida. Cuando estudié historia tanto en la escuela como en la facultad, entendí que la realidad actual no es para nada distante de aquella que se estudia como lejana, y de tiempos remotos. Pese a tener medios de difusión masiva, la información se recorta sea por el gobierno de turno o por la empresa de comunicación monopólica. Antes incluso resultaba lógica la manipulación de las masas, porque había menos posibilidades de expresarse en contra de lo impuesto o menos posibilidades de anoticiarse de la verdad oculta detrás de una pantalla creada por aquellos que contaban con el poder. Hoy, aún hablando de derechos humanos, y entre ellos el derecho a la expresión, nos encontramos reprimiéndonos opiniones para evitar insultos de aquellos que difieren de nuestro pensamiento.

Considero que como educadores,  sea de instituciones públicas o privadas, así, deben cumplir la función de  enseñar a pensar, y hacer  entender que ningún extremo es bueno, que se puede vivir plenamente aún asumiendo responsabilidades. Que la felicidad no es algo inalcanzable, que  solo consiste en eliminar el continuo disconformismo, y aprender a sentirse pleno aún cuando existan problemas. Que la plenitud no significa desligarse de todo tipo de compromisos, no estudiar, no trabajar, sino por el contrario; la plenitud es posible cuando cada individuo proyecta su vida en función a un bien común, donde justamente los proyectos individuales se complementen (lo cual no significa que deban ser iguales), y de esa manera lograr que  cada uno de los miembros de la sociedad avance a la consecución de sus fines. Para ello se necesita de un trabajo arduo, y básicamente que vuelva a revalorizarse la educación, que la misma sociedad se alce contra el menoscabo de la misma, y que se abandone el facilismo por un mundo de trabajo y esfuerzo, dado que solo así será posible lograr que las generaciones venideras APRENDAN A PENSAR.
Es por esto que les escribí para agradecerles a cada uno de ustedes  que me hayan enseñado a  pensar, y que si bien me queda mucho por conocer, tenga la posibilidad de CUESTIONAR y CRITICAR,  pero no la crítica en un sentido peyorativo, sino para hacer un análisis de las distintas realidades, que me hayan transmitido  el valor de  elaborar mis propias conclusiones, sostener mis propias teorías siempre respetando aquellas que no sean coincidentes con las mías.  Por eso para finalizar, espero realmente que se sientan orgullosos, porque al menos personalmente valoro la tarea que han cumplido cuando fueron mis educadores, y porque todas sus observaciones cuando fueron hechas, pese a que me costaron aceptarlas, han tenido sus frutos.

Disculpen la mala redacción pero no quería perder la inspiración en formalismos. Muchas Gracias. Carolina Tittaferrante. Promoción 2008.

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